Opiniones Sobre los Alineadores Invisibles: Cryst Aligner

“Si comienzo con el tratamiento ahorita, tal vez no se me note”. Ése fue uno de los primeros pensamientos que tuve cuando empecé a considerar los alineadores invisibles para mi caso. La verdad es que, como con todo, le das muchas vueltas a las cosas que sabes que te van a tomar tiempo, dinero y esfuerzo, pero que al final sabes que es para conseguir algo que buscas o que te va a dar mucha satisfacción. Mi caso no era ajeno a eso, por lo que comencé mi proceso como con muchas otras cosas: preguntando e investigando y así comencé mi camino con Cryst Aligner. ¿Quieres saber qué pasó? Sigue leyendo.

¿De verdad lo necesito?

Como decía anteriormente, no estaba segura de estar lista para un compromiso de estos, y sí quiero decir la palabra compromiso porque al final un tratamiento de ortodoncia es eso: compromiso con el tratamiento y contigo mismo. La verdad es que mi historia seguro te va a sonar familiar (o no) por este hecho: yo ya había usado brackets anteriormente. No es secreto que, si usas brackets en cierta etapa de tu vida (sí, adivinaste, la pubertad como anillo al dedo), y no cuidaste todo lo que sigue después del mismo… puedes llegar a tener el dilema que yo tuve (“ya usé fierros, no quiero más, pero ya se me enchuecaron los dientes… otra vez”). Y no, no estaba tan mal pero la verdad me ganó la vanidad y el perfeccionismo por querer hacer algo al respecto.

Es que si tan solo me movieran ESE diente en especial que tanto me choca, sería la más feliz. Seguramente no necesito mucho tiempo de tratamiento, seguro es una cosita de nada, etc. Y bueno, después de vivir con ese tipo de pensamientos comencé mi búsqueda para ver cuáles eran las opciones que habían allá afuera.

¿Cómo diablos voy a decidir con tanta cosa en todos lados?

Uy, con eso de que a nosotros los millennials nos encanta tener opciones, claro que por supuesto comencé mi búsqueda en Google, Instagram, le pregunté a muchos amigos, que si habían usado esto, que si habían usado el otro, infinidad de cosas y recomendaciones. Y una vez que ese camino comenzó, todo se volvió una fuente de información que no sabía o no recordaba y es que sí, principalmente solo iba al dentista para las limpiezas después de mi gran fiasco personal de no cuidar mi tratamiento de brackets cuando terminé. 

Por supuesto no sabía que, como la memoria muscular, los dientes se iban a regresar “naturalmente” a la posición donde estaban, algo que me dio terror y por más que me decían en el consultorio que me pusiera brackets de nuevo, la verdad es que a mis casi 30 no quería hacerlo. El simple hecho de recordarlo me da paz mental por saber que al final sí tomé la mejor decisión.

Pero bueno, te sigo contando: ya había escuchado de los alineadores pero no me los ofrecían jamás en el consul al que iba, por lo que decidí indagar cada vez más. Las opciones de hacerlo en casa eran de muy buen precio, pero se me hizo raro eso de que no te ve ningún dentista y demás, por lo que me hizo dudar mucho de esa opción. Otras opciones en Instagram se veían bien pero al final no sabía si sí o si no; otra opción que me dieron de una marca de alineadores que trabajaban ciertos Dres. se me hizo muy buena pero muy cara. Entonces realmente no encontraba un punto medio hasta que alguien me recomendó Cryst Aligner, de ahí todo lo demás fue historia.

Historia que pretendo continuar, claro.

Entonces, fui con este Dr. B360. Tipazo que me recomendaron y, sin afán de sonar a comercial de CV Directo, la verdad es que me trató increíble, me explicó perfecto cómo trabajan los alineadores, me dijo que me diría cuántos necesito de acuerdo a mi caso (resultaba que sí los necesitaba) y me mandó a hacer estudios para profundizar en mi caso. Sacamos estimados de tiempos y costos, pero me insistió en que nos esperáramos a los estudios para determinar todo (ahora entiendo la razón). Y tiene toda la lógica, estos estudios son muy completos (fotos, rayos x, tomografías, etcétera) para que me viera enterita. 

Entonces con eso y con un software súper padre que literal me enseñó cómo se veía mi boca en la computadora actualmente y cómo se vería después de tantos alineadores, quedé en shock, no sabía que así funcionaban y no sabía todo lo que había detrás; de verdad súper diferente a lo que me ofrecían en otro consultorio con los brackets, tanto ahorita como cuando era puberta, y me los pusieron por primera vez. Me dio mucha seguridad también saber que mi caso sí era candidato para no regresar a los fierros y que sin problema podía corregir esos detallitos que quería con esta tecnología.

¿Pues cuándo comenzamos o qué?

Después de visualizar cómo luciría mi sonrisa al final del tratamiento, literal dije “¿dónde firmo?”. El doctor se rió y me dio otra cita para que mandara a hacer mis Cryst Aligner, ya con mi aprobación (obvio yo ya los quería ahorita). Tiempo después regresé, me puso los famosos attachments (los como botones de resina que no se notan en los dientes para generar los movimientos) y me puso mi primer par. ¡Qué rara sensación! Fue todo un proceso de acostumbrarme a traerlos porque no recordaba cómo era traer algo por tanto tiempo y obvio hablaba chistoso al principio. 

Tuve la súper ventaja de hacerlo cuando estaba la pandemia a todo, así que la gente en mis Zooms JAMÁS lo notó, eso fue lo que más me impresionó porque una vez que me acostumbré a hablar con ellos, literal no se veían, ni en las fotos, ni en esas reuniones virtuales, ni nada (bueno, se ve un destello como de caricatura japonesa pero nada raro). Incluso mi entonces novio me dijo “¿y tú tratamiento?” y le dije súper emocionada “¡aquí está! ¿Neta no se ve?”. Me dijo “Literal me tengo que poner a una distancia casi ofensiva y fijarme muy cañón para verlos”: Cryst Aligner 1, Brackets de liguitas 0.

Los meses más tranquilos

Esta parte no la quiero hacer muy larga porque en realidad todo fluyó excelente. Además de ese detalle, el podérmelos quitar para comer y sentir que mi boca estaba fresca todo el tiempo por las mil lavadas de dientes al día (tal vez exagero, pero como snackeaba entre tanto y tanto, me los lavaba), y de verdad lo tomé con la mejor filosofía. 

No les voy a mentir, el día uno casi me pongo a llorar pensando en el “¿de verdad los necesito?”, arrepintiéndome mucho… pero se me quitó después de unos días porque, además de ser muy fáciles de mantener durante el día, la higiene y demás es una maravilla: prácticamente nada más no los tienes que envolver en una servilleta para que no terminen en la basura (te dan un estuchito y unos cepillos), no tienes que tirar los attachments y tienes que seguir las instrucciones al pie de la letra para que sí funcionen. 

Otra cosa que amé infinitamente fue que no era necesario estar en el consultorio del Dr. Tipazo cada 15 días (casi casi como con el consul de mi pubertad) porque, con seguir las indicaciones, el tratamiento va viento en popa y comprendí que no funcionan por sí solos porque si se te cae un attachment, si te necesitan hacer un espacio para que se puedan mover los dientes… claro que necesitas que alguien esté ahí y lo haga. Ahí fue cuando me di cuenta que nada mejor que tener a esta persona que sí te está acompañando durante este proceso, yo creo que hasta lo abrumé de tantas preguntas que le hacía o que le platicaba, pero al final hasta era divertido ir con él porque platicábamos mucho de esto y me dio mucha paz mental, la verdad.

Mi tratamiento duró poco (unos 6 meses), me explicó que mis dientes seguían en buen estado en cuanto al tema de la alineación por los brackets (bueno, eso me dio tranquilidad al saber que no todo estaba 100% perdido), seguí el tratamiento al pie de la letra por este chip que me puse de sí tener este compromiso conmigo misma y la verdad entre eso y todo lo fácil del proceso, me hizo tomar el concepto de mi sonrisa de otra forma. La verdad es que también esto impactó mucho en el tema self love y eso fue súper bonito también, el antes y el después no se nota mucho, pero soy la típica persona que no le gustan 2-3 cosas de ella misma que ya tenía súper identificadas y que cree que TODO el mundo las ve como con una lupa y te da inseguridad… y sí, mi sonrisa me daba inseguridad. 

Tampoco te quiero decir que después me subí al caballo blanco rumbo al país de Nunca Jamás (¿buena referencia?), pero lo que sí es que ese proceso, el trabajarlo y vivirlo con una mentalidad distinta, me dio la facilidad de poderlo llevar a cabo. Es un tratamiento que he recomendado hasta el cansancio por lo mismo: mucha gente tiene estos dilemas, estas situaciones de repetir ortodoncia en una edad no tan grata, de tener tantas opciones y no saber por cuál irse, de verlo muy caro (Dr. Tipazo me dio muchas facilidades con los pagos), de pensar que ya para qué o qué, pero la realidad es que si confías en los verdaderos especialistas, nada es un dilema tan grande como esos.

Lo sé porque ahora mi mamá está haciendo su primer tratamiento de ortodoncia de la vida a sus 65 años (obvio está en manos de Dr. Tipazo) y también he visto su camino de forma cercana y platicamos mucho al respecto; ella jamás quiso fierros y, a pesar de llevar todavía el camino más largo (su caso vaya que era severo), la veo muy contenta y sonríe como nunca, al igual que yo.

Finalmente, lo que todos estaban esperando: el antes y el después (recuerden, les di el spoiler que no era un caso que se note mucho) pero que comparto con mucho gusto por si leer esta letanía mía te ayuda a decidirte por Cryst Aligner.

¿Quieres saber aún más? Te invitamos a conocer la historia de Karin Hoppe, quien a sus 29 años decidió darle un nuevo brillo a su sonrisa:

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